Adicta

< Volver

 

Historias de mi clítoris

Soy adicta a ti, adicta como el respirar.

Es tan cierto lo que te digo, como que muero un poco a cada minuto que vivo y que, a pesar de estar muriendo, quiero seguir viviendo cada minuto contigo.

Soy adicta al miedo a perderte, con tanta intensidad que hasta el miedo me teme.

En un ir y venir por escapar o poseerte, pierdo el presente y me convierto en una imagen fija, sin movimiento, un fotograma de mi propia existencia.

Soy adicta hasta la médula porque ni ella me pertenece.

Mi piel se eriza con sólo presentirte y si quisiera regalarme a ti, primero me tendría que robar a mí misma de la cárcel de oro en la que me encerraste.

Soy adicta hasta el empacho y sin embargo muero de inanición si no te pruebo.

Me trago el anzuelo y sangro con tal de morderte y en cada herida llagada encuentro el placer del dolor, extenuada.

Soy adicta a ser tu monopolio, tu mercancía, yo paloma y tú halcón, irremediablemente adicta como lo es la ola a la orilla, donde siempre acude a morir, derramando su espuma como el último aliento que exhala.

Soy adicta con miedo a la sobredosis y sin esperanza posible de desintoxicación.

Adicta a creer que me quieres aunque realmente hago un acto de fe cuando eres tú quien dice quererme. Una fe sin Dios pero con Demonio, un paraíso en el infierno.

Soy adicta a ti, a tus silencios porque son tus mejores palabras para conmigo, adicta a quererte por no odiarte, adicta a la opción equivocada.

Comparte este artículo