Al otro lado del espejo
"Desnuda frente al espejo" de Francesca Woodman
Al otro lado del espejo vive la que fui, la que recuerdo de un día pasado, de una vida distinta, que no fue mejor.
Me miro y no me encuentro y si de reojo me busco, un atisbo de aquella imagen se asoma al espejo para devolverme el recibo de lo que hipotequé, ahora ya embargado y sin posibilidad de retorno.
No soy el reflejo de quien mira, ahora soy la que se asoma, de carne y hueso, de cicatrices y remiendos, pero también la que siente el vértigo de lo que vendrá, aderezado con el deseo de que sea mejor.
El espejo no me reconoce porque se acuerda de otra y aunque le suena mi cara, no reconoce mi alma, porque la luz no la refleja y no sabe adivinarla.
Al otro lado del espejo dejé una maleta pesada y ahora me miro desnuda y me veo blanca, con la piel erizada, por qué no, algo temerosa, con el cabello suelto y descalza.
Reconozco que cuando me miro, tengo miedo de que el espejo me trague y quede atrapada al otro lado para siempre, como en una película de terror, sin poder volver al presente. Pero entonces me pellizco y aunque el pasado aún duele, ya no me da escalofríos.
Mi reflejo es ahora en tres dimensiones y no necesito gafas para reconocerme en toda mi plenitud. Atrás quedó la mujer plana de antaño, sin volumen interior para mí misma, sin permiso para regalarme, sin fondo, hueca.
El espejo de casa es de cuerpo entero, porque ahora soy un todo y no una parte de otro. Los trocitos de aquella imagen quedaron inservibles como un cristal hecho añicos. No pretendas unirlos porque, además de ser inútil, tal vez te cortes.
Al otro lado del espejo quedó la que fui y ahora cuando me miro, encuentro cierta nostalgia en la mirada de mi reflejo cuando apago la luz para dejarlo ir.