Deshojando margaritas
Aunque ya no le quedan pétalos a la margarita, sigo sin saber si me quieres o no me quieres. Si te fuiste por ausencia o si no te quedaste por exceso de presencia.
Vacía.
Lo echo a suertes y lanzo una moneda al aire. Tal vez cara, tal vez cruz, todo reducido a una cuestión de probabilidades. Una respuesta desesperada para una pregunta sin respuesta.
Irónica.
Saber olvidar debería ser una asignatura obligatoria en la primaria, porque para aprender a olvidarte no he encontrado maestro que me dé lecciones particulares.
Suspendida.
La soledad frecuenta bares de esquina y dormita por los rincones de mi casa y allá donde respiro, me tropiezo con tu aroma que no ha querido marcharse contigo.
Ya que te has ido, haberte llevado contigo los fotogramas de mis recuerdos y la banda sonora de nuestra vida juntos que siempre suena en el momento más inoportuno.
Dolida.
Pido la copa con dos hielos y un trozo de lima, así tal vez consiga enfriar mi dolor y no note lo amargo de tu ausencia.
Y visito al doctor tiempo, que dicen que lo cura todo, y va y me dice que no hay mal que cien años dure ni cuerpo que lo resista.
Sarcástica
Ahora que soy como un hámster dando vueltas a una rueda que me lleva a ninguna parte entiendo que antes era como un ratón de laboratorio en un laberinto, obsesionado en buscar la salida, bajo tu atenta mirada observadora.
Absurda.
Dime tú, que un día viniste con vocación de marcharte, cómo puedo olvidarte. Cómo amputarte de mis pensamientos sin morir desangrada. Enséñame cómo se vive si la basura del alma no se recicla.
Gastada
Me quiere o no me quiere, me quiso o no me quiso, se fue queriéndome o no se quedó aunque me quería… este absurda margarita no sabe nada. Ni ésta ni ninguna de las que ya deshojé.
Enamorada.