La mujer del vestido negro

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Microcuentos

La mujer del vestido negro siempre calza zapatos rojos. Cuando camina, sus pies llevan la voz cantante y siempre saben hacia dónde van, incluso cuando vienen.

La mujer del vestido negro no está de luto, ni siquiera está triste. Tiene los ojos verdes para ver el mundo teñido de esperanza y cuando llora, lo hace para emular a la lluvia.

La mujer del vestido negro no es ni gruesa ni esbelta, tan sólo es ella misma reflejada en los ojos de quien la mira. Algunos la desean, otros la envidian, pero ella es ajena a las sentencias de los juicios sin defensa.

La mujer del vestido negro tiene un tatuaje en su espalda que dice “libre” pero está escrito con letras góticas y casi nadie lo entiende. Su cuerpo es un tapiz casi en blanco en busca de una obra de arte para cobijarla.

La mujer del vestido negro se pinta la uñas de color rosa porque era el color que más le gustaba cuando era niña y ahora que ya ha crecido, sonríe cada vez que las mira.

La mujer del vestido negro se peina el cabello con una trenza larga por donde escalan sus sueños hasta el balcón de su alma. No es ni rubia, ni morena, y tampoco tiene canas, es de pelo rojo como sus zapatos.

La mujer del vestido negro nunca lleva gafas de sol porque le gusta mirar a los ojos de quien le habla. Sus miradas le cuentan tanto o más que sus palabras.

La mujer del vestido negro no dice mentiras porque sus verdades nunca se disfrazan y cuando no le gustan las cosas que cuentan se da una vuelta por el Barrio Antiguo, donde los ancianos le dan sabios consejos.

La mujer del vestido negro no tiene vestidos de más colores, no le hacen falta, porque cuando se inventó un día, se guardó el arcoiris  dentro.

La mujer del vestido negro no tiene nombre porque es sólo ella, la de los rojos tacones.

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