Insomnio
No sé dormir en el centro de la cama. Tengo una cama enorme para mí sola y siempre ocupo el lado derecho. En el izquierdo ha quedado un hueco que cuando anochece se transforma en un agujero negro que todo lo engulle. Tengo miedo de que me trague a mí también con sólo rozarlo con la punta del dedo del pie. Tengo miedo de que una noche de estas, una noche de soledad, me cuele por el agujero y pase a otra dimensión y no pueda volver nunca más, como pasa en las películas de miedo.
Por eso, cuando el sol se muda para calentar a otros, yo me acurruco en mi lado de la cama olfateando las sábanas como un cachorro destetado a destiempo. Con la ansiedad de saber que tu olor se está escapando por momentos y que poco o nada puedo hacer por retenerlo.
No puedo dormirme, aunque a veces lo consigo, arropada por los suspiros que las lágrimas dejan tras de sí, cansadas de brotar porque se sienten inútiles. Y allí, hecha un ovillo, el sueño me vence pero no me conquista porque sueño contigo cada vez, en mi cama inmensa para mí sola.
No te lo vas a creer, pero hasta echo a faltar tus ronquidos, esos que tanto detestaba. Ahora se me antojan como una canción de cuna, como la percusión de la banda sonora de nuestras noches compartidas. Pero no se lo digas a nadie porque me llamarán loca y no quiero ser la loca que no duerme y que tiene la cama más grande del mundo para ella sola con un agujero negro en el lado izquierdo.
Tengo calor en invierno porque ya no duermo desnuda y paso frío en verano porque tu piel ya no me roza. Conozco cada imperfección de la pintura del techo de mi cuarto, el guiño de la bombilla de la lamparilla mal enroscada y de tanto dar vueltas en mi lado de la cama, se me han enredado las sábanas alrededor del cuello y me estoy asfixiando.
Te extraño y no sé dormir en el centro de la cama. Tengo una cama enorme para mí sola y siempre ocupo el lado derecho para dejar que tu ausencia duerma a mi lado.