El pasado

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De todo un poco...

Llevo una mochila a cuestas que a veces me pesa demasiado. Dentro guardo mi pasado. Lo que fui y dejé atrás, lo que sentí y se esfumó, lo que dije y ya no pienso, lo que pensé y no llegué a decir nunca. Todo está a mis espaldas, a cada paso que doy noto su peso, porque el pasado es hueco pero me pesa, es ese fantasma que no existe pero aún así nos da miedo.


Mi pasado transcurrió muchas veces en un reloj de arena, lento y constante y otras, sin embargo, se pasó de vueltas y descarriló, como un tren de los de antes, que al pegar un frenazo echa chispas. Pero en general, mi pasado es como una bicicleta sin pedales que se me ha quedado pequeña y que de poco me sirve si no es para pensar que necesito una nueva.

Sé que el pasado es tan sólo una neurosis del tiempo, como lo es también el futuro y que sólo el presente me pertenece, pero no siempre la cordura le gana la batalla a la neurosis y en plena guerra muchas veces soy la víctima cuando no soy la vencedora.

Ahora, ese almacén en el que guardo una vida que ya no existe, precisa con urgencia que lo ordene, para que no le salgan bichos y se pudran los recuerdos que merece la pena conservar.

No quiero que el pasado sea mi verdugo, porque suele ser muy vengativo y te persigue hasta cobrarse la deuda con intereses. Quiero que prescriba, que la vida se me antoje como un presente perpetuo. Toca hacer limpieza. Hoy voy a vaciar mi mochila y sólo pienso conservar lo que me quepa en el corazón.

 

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