Equilibrio
Juego a hacer equilibrios, a correr despacio y vivir muy lento, a parar el tiempo, a no mirar a los lados del alambre de espinas por si me da vértigo.
El infinito puede durar un instante si lo disfrutas y una eternidad si te lamentas pero mientras tanto, si se me rompe el tacón por el camino, lo tengo decidido, iré descalza.
Los caracoles no pueden llegar pronto a la meta pero tampoco lo pretenden por eso, aprendí de ellos que, cuando correr no significa llegar lejos, mejor tomarse la vida con calma.
Pero tan sólo un suspiro inclina la balanza, que intenta hacer equilibrios imposibles y aunque lo intente con ganas, la pobre balanza no puede estar quieta, porque nació para estar inclinada.
Y me pincho de vez en cuando, con el alambre de espinas de mi equilibrio, y entonces es cuando elijo entre quejarme de dolor o caer al abismo.
A veces grito, a veces caigo, a veces me muerdo la lengua y sigo andando, como un caracol que no sabe ir deprisa, como una balanza inclinada cada vez de un lado.
Pero así es la vida en este momento, un aventura de funambulista de barrio, descalza porque perdió un tacón de sus zapatos baratos y con vértigo si mira a ambos lados.
Avanzo esquivando las espinas del alambre que piso, mirando al cielo por no mirar abajo y caminando, caminando, caminando, cuando no puedo con los pies, avanzo con los brazos.