Mordí el anzuelo

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Poesía

Tus ojos hablan y me cuentan lo que tu boca no me confiesa.


Un lenguaje sin palabras para entenderte.

Tu boca cerrada se muerde la lengua y yo mordí el anzuelo.

A río revuelto el pez está perdido.

Tu piel recorre caminos con pasos que  tus pies nunca dieron.

Distancias invisibles. Laberintos de cipreses.

Tu espalda me grita indiferencia como el muro de mis lamentaciones.

Exiliada en una frontera imaginaria. Aquí frío y allí calor.

Tus dedos sentencian cuando antes eran una ONG de caricias.

Diez jueces para un solo delito.

Tus brazos antes llenos de todo, ahora llenos de nada.

Un hueco donde juega a retumbar el eco de mis súplicas.

Tus oídos ahora sólo reciben señales codificadas y no me sintonizas.

Lo que el viento se llevó me lo devolvió una tormenta.

Tus piernas que tan bien abrazan, ahora sólo quieren salir corriendo.

De carrera de fondo a  escasos cien metros con obstáculos pisando el barro.

Todo tú siendo otro.

Tal vez otro que se hizo pasar por ti.

Toda yo queriendo ser la misma de antes.

La cazadora cazada.

Intoxicada con mi propia medicina.

 

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