La poesía

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Poesía

La poesía es el antibiótico del alma, la que cura los catarros del corazón y suaviza la garganta cuando la congoja se aloja en ella.

La poesía te eriza la piel aunque haga calor y te recuerda que las palabras pueden ser cálidas en pleno invierno.

Con la poesía se hacen canciones, pequeños romances entre letras y notas musicales que acercan al pueblo, las historias más intelectuales.

La poesía es el alimento de quien pasa hambre de espíritu y de bolsillos vacíos. Es el aire para el asmático de sensaciones, el que se ahoga en lo mundano, el que respira por los poros de la piel.

Con la poesía se duerme a los niños con dulces sueños y se despiertan conciencias de los adultos. Es una gota de agua clara en mitad del fango. Es el garabato de un niño convertido en obra maestra.

La poesía es bella cuanto más vieja y sabia cuanto más se repite. Corre de boca en boca como un beso furtivo en una orgía de palabras mezcladas sabiamente. No es celosa, porque sabe compartirse y es algo lasciva, porque siempre provoca placer.

Con la poesía se saltan muros y se borran fronteras. Es la llave maestra de la opresión y domina el arte de hacer sencillo lo imposible.

La poesía es carnal porque siempre se muestra desnuda. Descarada porque siempre dice verdades y libre porque no tiene fronteras, ni leyes, ni tan siquiera tumbas, porque también es eterna.

Con la poesía gocé y grité mis verdades. Por ella me llamaron loca. Sin ella me sentí perdida. Junto a ella nunca me siento sola.

La poesía me contagió para siempre como un virus incurable que no tiene vacuna. Hizo de mí mejor persona y mejor pensante. Me convertí a su religión sin que ningún dios me convenciera. Es mi reina sin dejar de ser una plebeya.

La poesía me resucitó en mi agonía, es infinita, inagotable y generosa.

La poesía es mi inspiración, mi viaje y mi destino.

 

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