Rescátame
Rescátame, inyéctame millones de esperanza para alimentar la idea de que, tal vez, me vuelvas a querer. Remontemos esta crisis.
Rescátame, aunque te deba la vida por ello. Déjame ser el banco de tus sentimientos, déjame morir ahogado por tus intereses si es preciso, pero aún así, rescátame.
Quiero arriesgar todo el corazón, invertirlo en ti, ahora que eres libre y vuelves a cotizar en bolsa, ya no me da miedo la prima de riesgo, porque quien no arriesga nunca gana y eso me lo enseñaste tú mejor que nadie.
Si nuestro amor entró en crisis, fue porque no mediste las consecuencias de los créditos amorosos que repartiste a propios y extraños. Al final todo pasa factura, y tu burbuja emocional terminó por estallar, arrastrándome a su paso, a mí, que era el único que te quería de verdad.
Y terminé desahuciado de tu vida, convertido en un indigente sin alma buscando un refugio en techo ajeno. Indignado de puro despecho.
Después de aquello, todo fue un agujero negro. Lo que yo te di te supo a poco y mi amor se te antojó un activo tóxico. A eso yo le llamo estafa emocional y dime, ¿a quién reclamo ahora mi bancarrota?
He aprendido de la experiencia y comprendo que esa es tu naturaleza, que nunca te entregas del todo y que siempre pides mucho a cambio. Acepto los términos del contrato porque la usura de amor no está penada y tampoco atiende a razones.
A pesar de todo, quiero renegociar las condiciones de nuestro acuerdo amoroso porque sin ti no soy nada.
Rescátame, volvamos a empezar de nuevo, tengamos fe en los mercados de cariño, que a poco que los mimes se convierten en valores al alza y son una inversión segura, pero esta vez no me trates como a un banco y explora en mí más allá de mi tarjeta de crédito.
Hipotécame con interés variable si es preciso, por el resto de nuestros días, úneme a ti en gananciales, sin pensar en liquidaciones judiciales venideras.
Rescátame de esta tela de araña y seré tuyo para siempre, aunque sea a golpe de intereses.