La carta que nunca escribí

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Microcuentos

La carta que nunca escribí quiso ser un poema escrito de noche, pero al nacer el día, sintió ridículo de sus versos que obscenos se habían desnudado para ti, sin pudor alguno, la noche anterior.

La carta que nunca escribí dejó hueco el buzón de tu casa. Al abrirlo, el vacío de la ausencia te dio frío y extrañaste mi letra en un sobre y mi pensamiento en un papel. Pero como si se tratara de algo contagioso, también tú teléfono quedó mudo y ese silencio me martilleó las sienes durante días.

La carta que nunca escribí iba a  serlo de mi puño y letra, de esas que llevan sello y viajan por la ciudad hasta alcanzarte. Iba a serlo de mis miedos y mis certezas, con la tinta dibujando palabras hilvanadas  cosidas con bolígrafo. No tenía miedo a los tachones, ni siquiera a las faltas de ortografía, porque de haberla escrito, hubiera sido tan perfecta como la imperfección me hubiera permitido.

La carta que nunca escribí murió en el fondo de una papelera antes de ser escrita, arrugada pero no de vieja, herida de muerte pero no enferma. Me hubiera gustado que hubiera dormido el resto de sus días hasta amarillear, entre las páginas de un libro, donde se guardan las cartas importantes. Pero la suya fue una muerte temprana de lo nuestro, tan  joven, que incluso antes de nacer intuimos ya su fallecimiento. De haberlo sabido, ni siquiera te hubiera concebido en mis deseos.

La carta que nunca escribí pensaba contarte cuánto te quería, incluso pensaba firmarla para que quedara constancia como en un contrato. Pero tus ojos me dijeron antes de que lo hiciera y sin ni siquiera tú saberlo, que los contratos son cosas de dos y los amores no se negocian. Y tú no estabas por la labor.

Por eso, la carta que nunca escribí será esa que nunca recibas, la que nunca leerás, la que tal vez intuyas pero te perturbe la duda. Sólo quería que lo supieras, que lo tuvieras presente cada vez que abras el buzón de tu casa y sólo encuentres correo bancario. A veces las ausencias evocan más el recuerdo y aunque te suene a reproche,  no lo es, tan sólo quería que supieras que la carta que nunca escribí iba a ser la más hermosa que tú jamás hubieras leído.

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