Fluir

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Foto de Manel Rebollo Portalo  

De todo un poco...

 
Dejé de ir contra corriente, para dejarme llevar el día que comprendí que fluir es la esencia del agua. Por ríos, en cascadas, incluso descansar en remansos plácidos y dejarse calentar por el sol si es preciso. Comprendí que en ocasiones es mejor ser la mantequilla caliente para no sentir el corte del frío filo del cuchillo. Fluir, por qué no, derretirse.

 

Dejé de ser pesada como el mármol y de hacer esfuerzos por no hundirme, el día que comprendí que era mejor escuchar el silencio hueco que se oye debajo del agua. Porque no siempre sumergir la cabeza significa ahogarse. Cuando estuve abajo, por las veces que estaré arriba. Equilibrio. Balancearme para encontrar el punto intermedio en mitad del vaivén.

 

Dejé de ser el punto del dado, mareada de dar vueltas sobre el tablero de juego a merced de la suerte. Me despegué. Sigo siendo sólo un punto, pero ya estoy fuera de la partida. Ahora ya no hay suerte que se atreva a desafiarme sin pedirme permiso primero, ni juego que no me pregunte si quiero dar vueltas en él. Hacer del ruido música. Bailar al son que yo toco. Dejarme llevar si yo quiero.

 

Dejé de ser la veleta oxidada sin viento que me moviera al tiempo que chirriaba agudos lamentos en tejados ajenos. Ahora soy yo la que soplo y muevo hojas que el otoño me ha regalado en una coreografía improvisada. Y me muevo por no estar quieta, sabiendo a dónde voy,  pero explorando nuevos caminos. Notas de jazz que suenan juntas por primera vez. Vivir de noche. Soñar, tal vez dormir.

 

Y ahora que todo cambia, que soy viento y no veleta, música y no sonido, destino y no suerte, el punto y no el dado, jazz, balanza, mantequilla derretida… fluyo para seguir siendo y dejar de ser al mismo tiempo. En un presente continuo, casi eterno.

 

Fluir, tal vez ser.

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