Me perdí

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De todo un poco...

Me perdí siguiendo el camino. Autopistas de peaje para caminantes perdidos. Ir y venir, tal vez volver, tres verbos en una pareja de dos, un triángulo lingüístico incompatible. Si te vas no vuelvas, me dijiste un día, y entonces comprendí que contigo, la vida no tiene retorno.


 

No me sirvió de nada sobrevolar tu pista de aterrizaje. No había luces para mí, ni siquiera las de emergencia. Y me alejé entonces, lentamente, dibujando ochos con los andares de mis caderas, clavando los tacones en el barro, y escribiendo versos tristes con los recuerdos que aún no se me habían podrido.

 

Me perdí pensando que lo nuestro había sido un resfriado mal curado que ni siquiera el calor de la cama pudo remediar. Sudar juntos me dio frío un día. Ibuprofeno para el alma. Vacunas para el virus del amor que cada primavera muta y que nunca muere de viejo a tu lado.

 

No me sirvió de nada plantar semillas de tréboles en el jardín. Nunca te gustó dibujar arcoíris en el cielo de nuestras tormentas, ni siquiera beber a sorbos el café amargo del día después.

 

Me perdí en el camino que tú dibujaste con la punta de tu lengua húmeda en mi espalda. Toda mi piel te siguió sin rechistar y tras mi piel se fue mi voluntad. También ella me abandonó un día y desde entonces la he buscado sin éxito en la oficina de almas perdidas.

 

No me sirvió de nada comprarme una brújula para encontrar el norte. Me dabas vueltas con los ojos vendados jugando a la gallinita ciega. Para ti era divertido mientras que yo me mareaba intentando no caer. Un limón para esta naranja. Un almendro floreciendo en enero para morir congelado semanas después.

 

Me perdí en las palabras que no dijiste. Lo siento mucho, no supe leerte en los espacios en blanco. Siempre pensaste que los jadeos se inventaron para decir las cosas que las palabras no supieron y las que pronunciaste, ahora sé que las dijiste sin pensar que debías pensarlas y sintiendo mucho haberlas sentido. Pero no hubo viento aquél día que se las llevara y se quedaron allí cocinando reproches a fuego lento.

 

Y ahora estoy perdida haciendo auto stop, y en mi mochila aún me pesas. He escrito en un cartón mi próximo destino: “Un lugar que lleve mi nombre”, y lo muestro a todo aquel que pasa a mi lado por si alguien sabe guiarme. Tal vez llegue algún día a mi destino y yo misma me esté esperando. Tal vez solo yo sepa el camino que no viene en los mapas. No necesitarte para valorar entonces cuánto te quiero. No quererte para entender que no te necesito.

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