Palabras...
Si alguien te da su palabra, dile que las palabras se las lleva el viento. Si el viento sopla con fuerza es muy posible que desordene su contenido y como consecuencia, te dieron algo sin sentido y si tú no lo entiendes, no sirve de nada, porque nada es lo que recibiste.
Si alguien te da su palabra, dile que estamos en época de recortes. Que ahora los besos son sólo “BS” y los “te quiero mucho” se quedan en “TQM”. Que todo se compra o se vende y sólo se rebaja lo que tiene un precio y lo que vale hoy, no sirve para la próxima temporada porque habrá pasado de moda.
Si alguien te da su palabra, procura que lo haga por escrito y, a ser posible, un día que luzca el sol, porque si lo hace un día de lluvia se convertirá en papel mojado.
Si alguien te mira a los ojos y te da su palabra, devuélvele su promesa pero quédate con su mirada, que no miente, aunque no sirva como prueba ante un juez.
Si alguien te da su palabra recuérdale el valor de los silencios.
Si alguien te da su palabra explícale que ella hace esclavo a quien la pronuncia.
Si alguien te da su palabra pregúntale si es amigo de un tal Diego, que dicen que cambia los “digos” por su nombre y burla cualquier compromiso.
Pero si a pesar de todo, alguien te dio su palabra y la aceptaste, no olvides que la palabra no tiene dueño, es libre y caprichosa. No esperes que sea fiel a su contenido, una vez es pronunciada se camufla ente los elementos y fluctúa en los valores mercantiles de la vida. Palabras que llevan el ADN de quien las pronuncia y la intención de a quien van destinadas, edulcoradas para endulzar el amargo sabor de la futura decepción.
Palabras que al crecer se convierten en compromisos rotos, en el mejor de los casos, y en mentiras en el resto.
A ti, que un día me diste tu palabra cuando yo caminaba de la mano de la incertidumbre y la recibí como quien recibe una barandilla en una escalera, para sujetarme mientras bajaba los peldaños, por favor, dime dónde quieres que te la envíe, porque caí escaleras abajo mientras tú te quedaste arriba, mirando desde tu palco.
Yo sigo subiendo los peldaños que bajé a trompicones mientras remiendo el fondo del saco roto donde cayeron para poder devolvértelas todas juntas por si te vuelven a hacer falta.
No es necesario que las laves porque están sin usar, quizá estaría bien que las maquillaras un poco para que vuelvan a pasar por verdades cuando de nuevo las pronuncies.
Si en un futuro alguien te pregunta cuáles fueron las palabras que me entregaste y tienes problemas para acordarte, puedes llamarme porque yo las conservo. Aún tengo el mismo número de teléfono, ese que no has marcado en los últimos meses. Y si las mías en algún momento te ofendieron, porque las parieron la rabia, la impotencia y la soledad, te las cambio todas por sólo dos que tú no tienes en tu repertorio: Lo siento.