Con sabor a fresa.

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Sabor a fresa  

De todo un poco...

 

La primavera tiene sabor a fresa, a fresón de los gordos, de esos que te comes primero por los ojos y después saboreas a placer. Tiene el color de la alegría que siempre es brillante, luminosa y de un verde azulado cuando no es amarilla.

 

 

 

 

La primavera casi siempre sonríe pero, cuando se enoja y llora, lo hace con lágrimas de rocío o con el llanto de la lluvia que no es triste, sino que pone guapas a las flores.

 

 

La primavera es perezosa porque ha dormido tanto en invierno que, remolona, le cuesta despertar de su letargo. Pero, cuando lo hace, no para quieta. Es como un niño revoltoso que juega a construir. Que si flores de colores por aquí, que si bonitos rayos de sol que den calorcito, que si una mariposa despistada, que si tardes de luz….

 

 

La primavera  es crujiente como un pastel de hojaldre y picante como la cayena. Cuando te la comes te dan ganas de más porque, aunque tiene un fondo muy  dulce, no empacha.

 

 

La primavera es la mejor de las anfitrionas y le gusta organizar fiestas a las que estamos todos invitados. Una vez vino el amor y se lió con la lujuria y, fruto de aquella fiesta, vino al mundo la pasión.

 

 

La primavera no es rencorosa porque sabe darle paso al verano, y lo hace como el que no quiere la cosa, así, casi sin notarlo. Le gusta vestir informal y cómoda pero también es coqueta, suele llevar  una flor en el pelo o un bonito collar para que le digan por donde pasa lo guapa que está.

 

 

La primavera, como buena aries, es impulsiva y atrevida, le gusta subir montañas, los deportes de riesgo e ir de pesca, incluso ha pescado un resfriado más de una vez de esos que duran hasta el verano.

 

 

Así es ella, mi amiga la primavera, llena de contrastes, como la vida misma.

 

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