Septiembre
Septiembre vuelve cada año con vocación de promesa. Quien decidió colocarlo el noveno mes en la lista no pensó que septiembre coquetea con los inicios de lo que no conoce nunca el final. Con septiembre mueren los amores del verano pero nacen las promesas del futuro. Es el mes de ponernos las metas para los próximos meses a sabiendas de que no se cumplirán, como quien necesita que le digan “te quiero” aunque no sea cierto. Es el mes de intentar dejar de fumar, de las asignaturas pendientes, de por fin este año sí, aprender inglés y, si me apuras, hasta chino, de comprar los primeros fascículos de una inacabada colección, de perder esos kilos que hace tiempo quieres perder, de encontrar el amor de tu vida, de volver al cole, de volver al trabajo, en definitiva, de volver.
Es como si el verano te cargara las pilas y te diera la fuerza para planearte una nueva vida a corto plazo. Este mes se me dibuja como un cuaderno en blanco. Septiembre te diseña los deseos para unos meses que, a pesar de ser tan anhelados, se quedarán muchos de ellos siempre en deseos. Nacen con fecha de caducidad y pocas ganas de permanencia, hasta es muy posible que alguno se convierta en frustración. No hay propósitos de navidad y posterior año nuevo que no se alimente de una prórroga de algún deseo concebido en septiembre que nunca cuajó pero que, al fin y al cabo, merece una segunda oportunidad.
Dándole pinceladas de color a la vida me ha sorprendido a mí septiembre, imaginando cómo serán las cosas que ya son, pero que podrían ser de otra manera, comprando un primer fascículo de una vajilla, volviendo a encontrarme contigo a través de este blog y con curiosidad por saber qué propósitos volverán, por no cumplidos, el próximo septiembre.
Bienvenido de nuevo.