Un día...
Un día alguien me dijo: “Si la vida te da limones, haz limonada”. Y ahora, aquí me tienes, exprime que te exprime, haciendo litros y litros de sabrosa limonada. Las primeras me salieron algo ácidas, por la falta de costumbre y porque se me olvidó echarle azúcar, pero ahora, siempre les pongo dos terrones para que al tomarla no tenga que poner caras raras.
Un día, me salí de la autopista, tan cómoda y tan recta hasta el final, y fui a parar a un tortuoso camino de tierra. El viaje fue entonces bastante incómodo, la verdad, estaba todo tan lleno de socavones y de piedras, que resultaba complicado concentrarme en mi destino. Así que me dije: “Si la vida me ha puesto en este camino, yo voy a asfaltarlo”. Quité las piedras, tapé los huecos y esparcí todo el optimismo que pude encontrar para que, al llover, tapara el barro y así, me fuera más fácil y llevadero el resto del viaje.
Un día en las noticias dijeron que había crisis y yo me asusté mucho. Cómo era posible que no me hubiera dado cuenta. Me fui al banco, donde guardo lo más valioso y miré, una por una, todas mis cuentas. En la cartilla del amor no me cabía ni un solo beso, en la de la salud ya hacía tiempo que nadie pasaba ningún adeudo y en la de la amistad, sólo tenía ingresos… ¡Uf! Qué alivio, por un momento me asusté al pensar que la crisis se había llevado mis cosas de valor.
Un día me cerraron una puerta y yo abrí una ventana y desde entonces nunca echo la llave. Si hace frío, entorno un poquito hasta que llegues o dejo encendida una luz para que sepas que te espero, pero siempre hay un hueco para llegar hasta mí. Si vienes, te invitaré a limonada con azúcar, daremos un paseo por mi camino asfaltado y, antes de que la crisis se entere, haremos un ingreso de amistad en el banco de las cosas importantes.