No sé lo que soy.
Si alguien me pregunta qué es lo que soy, no sé muy bien qué contestarle.
Tal vez sea una tejedora de palabras que lo mismo te teje una bufanda para que te abrigues el alma, que unos patucos, para que no se te enfríen las ideas.
Si me llaman poetisa, me siento como vestida con ropa que me queda grande. Tres tallas más de la que uso, tendría que hacerle demasiados arreglos para verme guapa y, tal vez, merezca la pena vestirse con un traje algo más pequeño.
Tal vez sea una humilde cocinera de sentimientos. Lo mismo te preparo un dulce pastel de alegría que desamor al horno con una pizca de melancolía.
Si me llaman compositora, echo en falta la música que meza a mis palabras. Me siento como a la mitad y eso no me gusta.
Tal vez sea una juntadora de palabras, una celestina de los sentimientos. Lo mismo te organizo una cita a ciegas entre el destino y el futuro, que te caso a la desesperación con el optimismo.
Si me llaman juglar, me suena como a antiguo, y nadie supo contar la historia de una mujer juglar y si algo sí sé que tengo, es una mirada en femenino.
Tal vez sea una diseñadora de frases que desfilen por la pasarela de mis folios en blanco, para que todo el que quiera pueda leerlas. Lo mismo te escribo una colección de cálidas palabras para el otoño invierno, que te dibujo con mi pluma, frescas historias para el verano.
El caso es que si alguien me pregunta qué es lo que soy, no sé muy bien qué contestarle. Tal vez sólo sea yo misma, sin pretender ser nada más.