Carnaval

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Imagen obtenida de la web www.nosesimeexplico.com  

De todo un poco...

Buscando un disfraz para carnaval escogí el de princesa. Quería estar guapa para mi príncipe y siempre dispuesta, con la sonrisa incrustada  en mi rostro. Pero resultó que mi disfraz era de  princesa trasnochada y sometida a un príncipe autoritario, que más que un príncipe era  un déspota dictador.  Tenía corona, pero de plástico y los brillos de mentira no deslumbraban a nadie, tan sólo a mí misma que con la máscara, no veía la realidad. Y ya no quise ser princesa.  ¿Para qué disfrazarme de princesa de cuento con final triste, si  mi príncipe se volvió rana y mi rana me salpicó con el agua putrefacta de su charca?

Cambié de idea y busqué un disfraz de super heroína, de esas que vuelan y superan mil obstáculos, de esas que no desesperan. Pero cuando lo desembalé, tenía una   capa de poliéster y leotardos con carreras. Me quedaba grande e intenté volar, lazándome desde lo alto de una silla y sólo conseguí engancharme con la capa y hacerme daño. ¿A quién quería engañar si yo dejé de volar cuando el príncipe de mi cuento se volvió rana?

¿Por qué no un disfraz de diablesa para ser mala y hacerte daño? Total los cuernos ya los llevaba y sólo tenía que pintarlos de rojo. Un buen tridente y la uñas negras y podría mandarte al infierno con un maleficio.  Explorar el placer de la maldad me resultó una idea estimulante. Pero cuando ya me había decidido, me encontré con que tú eras el mismísimo diablo, disfrazado de rana, con aires de príncipe encantador que vivías en una charca de aguas putrefactas… ¿Cómo iba a echarte un maleficio y fuiste tú quien los inventó?

Mejor me disfrazo de inventora, me dije, de científica inteligente, creadora de nuevos horizontes, sin brillos de mentira ni capas de poliéster, sin pretender volar ni sonreír de mentira. Y así lo hice y disfrazada de inventora,  me inventé un novio nuevo, que nunca pretendiera ser un príncipe, sólo un hombre, que no le gustaran las ranas y que asustara al mismísimo diablo de pura bondad. Además, lo bueno de inventarlo es que, cuando quiero, lo hago desaparecer.

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