No quiero ser una princesa.
No quiero ser una princesa por casarme con un príncipe.
Prefiero ser la presidenta de la república independiente de mi casa.
No quiero ser princesa de protocolo.
Prefiero la anarquía de mi desorden y el orden de mi anarquía.
No quiero ser una princesa que besa ranas.
Prefiero la humedad de tus labios.
No quiero ser una princesa de tiara del siglo pasado.
Prefiero mi melena al viento como mi bandera.
No quiero ser una princesa de boca de fresa.
Prefiero la menta fresca y el chile picante.
No quiero ser una princesa que haga historia.
Prefiero escribir el guión de mi puño y letra.
No quiero ser una princesa de tímido beso en el balcón de palacio.
Prefiero la pasión del anonimato y el aquí te pillo, aquí te mato.
No quiero ser una princesa de tacones altos y portadas de papel couché.
Prefiero mis ojeras de las malas noches y mis zapatillas de los buenos días.
No quiero ser una princesa con cortesanos.
Prefiero un par de amigos y unas cañas.
No quiero ser una princesa de cuento de hadas.
Prefiero volar en un palo de escoba y poder ser mala de vez en cuando.
No quiero ser una princesa de carruaje.
Prefiero la velocidad de mi cuatro por cuatro y los caballos por el prado.
No quiero ser una princesa que hipoteca a su descendencia.
Prefiero ser tan sólo mamá.
No quiero ser una princesa objetivo de los paparazzi.
Prefiero ir de compras en chándal.
No quiero ser una princesa con seguridad privada.
Prefiero no privarme de la libertad.
Ni siquiera quiero ser una princesa de barrio.
Prefiero ser la amiga de mis amigos, la alegría de la huerta, la hija de mi madre, la compañera de mi amante, la vecina del primero, simplemente, la que yo quiera.