Le dijo la sartén al cazo.
Le dijo la sartén al cazo, no me toques que me tiznas. Así es la vida, consejos doy que para mí no tengo.
Ya no quiero tus consejos escritos en la arena porque siempre terminan muriendo ahogados, arrastrados por una ola. Recuerda que cuando he sido un escarabajo patas arriba, tú sólo has sido la suela del zapato que me aplastaba.
Y como ayer hice limpieza y pasé la aspiradora por el trastero de mi vida, me di cuenta de que el tiempo había apolillado los recuerdos de lo nuestro y que en el presente, empieza a aparecer una mancha enmohecida. Lo mismo hasta resulta peligroso para la salud conservarte, pensé para mis adentros, así que ahora mueres en el cubo de la basura de mi subconsciente.
Eso me hizo recapacitar, yo que siempre he seguido a pies juntillas tus recomendaciones, como tú llamabas a las órdenes, y ¿sabes una cosa? No hay nada como ser de nuevo un escarabajo patas arriba, sin suela de zapato que te amenace, porque ahora puedo ver el cielo, con sus nubes de día y sus estrellas de noche. Y hasta que consiga darme la vuelta, jugaré a equivocarme, me gustan los deportes de riesgo.
Durante demasiado tiempo he dejado que fueras tú quien me guiara, sin darme cuenta de que la correa no hace al perro seguirte, ni un perro te convierte en amo. Por eso, ahora que he tirado tus recuerdos a la basura, también he tirado mi GPS y mi mapa de carreteras, prefiero que sea la vida quien me muestre los caminos y que sean los caminos lo que me muestren a mí misma.
No va a ser fácil al principio, pero estoy segura de que al final resultará divertido, como las montañas rusas que te dan miedo, pero por las que no puedes evitar lanzarte.
Y en cuanto a tus consejos, no me toques que me tiznas, dejaré que la vida me manche porque quiero llegar a vieja, curtida y arrugada, equivocada y tiznada, lavada y reinventada, pero por encima de todo, vivida en mí misma. Y no te olvides, cariño mío, que cuando yo fui escarabajo patas arriba, otros fueron cucaracha.